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Tras la destacada participación de Carlos Bastías en la Escuela de Formación Política 2015 de CDC , realizó un emotivo discurso para el cierre de este proceso e inicio para otros.

Fácil es destruir,  difícil es sostener, permanecer y más aún reconstruir.

En estos momentos donde la fe en el futuro transcurre cansada por los caminos enrevesados de nuestros tiempos, es fácil nublar la razón con aquellos enemigos tradicionales del cambio, la apatía que dice “nada puede hacerse”, que “todo seguirá igual”, y la complacencia de los que señalan que “lo hemos hecho tan bien”, en un ombliguismo insoportable. Ambos  nos dejan inmóviles al borde del camino, en la estación de los recuerdos, en la soledad tan desolada del tren al futuro que nunca se abordó.

Para aquellos que hemos sido educados, portados con un mensaje, inspirados en una larga tradición y una fe política que no se agota en una consigna o en un programa, no aceptamos la renuncia.

Poseer este tipo de fe política no solo es un privilegio, sino también un gran peso, innato a las grandes responsabilidades.

Porque poseer una fe y no transmitirla, poseer un mensaje y no proclamarlo, es al final del día una traición decidida en lo que se cree. No hay nada peor en quienes son señalados por la luz de un deber que observar un dolor, una equivocación, un error y no hacer nada por remediarlo.

El humanismo cristiano no se trata de bellas palabras y tesis grandilocuentes, es una filosofía integral, que no solo aspira a conseguir el poder en una acción política inspirada en los valores cristianos, sino que exige la consagración de la vida en una forma de servicio, que debe saber ser vivida y transmitida en el humilde servicio de la vocación y el deber.

Es este breve, intenso, pero limpio testimonio lo que nos permitirá recuperar la confianza de la ciudadanía.

Hacer esta tarea no es fácil, significa la dura gesta de nacer, venir al mundo de lo público desde nosotros mismos, desde nuestra propia experiencia humana por este planeta, desde aquí salir hacia afuera a emprender la hazaña generacional, rompiendo el cerco de lo establecido si es necesario.

Gatear y aprender a caminar, trotar y correr cuando los hechos lo justifiquen; no importa cuánto se avance, lo importante es no dejar de dar el siguiente paso, todo en la serenidad de quien tiene convicción, puesto que el triunfo no está aguardando al final, solo las dudas y los titubeos están garantizados ¿y cómo no tenerlos si hasta el mismísimo Maestro se perdió 40 días en el desierto?

El valor no está en el que nunca dudó, lo que podría denotar cierto fanatismo irracional; la virtud está en el que a pesar de las dudas permaneció, y en estos tiempos difíciles de gran indecencia y desorientación bienvenidas las dudas, más no las renuncias. No son tiempos para arrancar, abandonar la partida, lo que no solo sería sintomático de un carácter amilanado, sino que además sería aceptar sin más las condiciones que impone el poder establecido.

La gran gesta que tenemos por delante requiere lo que Eduardo Frei Montalva solicitara hace 78 años a la Falange Nacional: “Disciplina, Unidad y Conquista”.

Respecto a la disciplina, hemos de ser conscientes que somos un grupo pequeño de jóvenes, solo un par de jóvenes, un puñado numéricamente insignificante en la población del país.

Empero, la fuerza no está en el número, las falanges macedónicas que sembraron pánico por el oriente era unidades militares tan pequeñas como letales. Su fuerza estaba en su convicción y disciplina.

Es lo que pensaron también los falangistas del 36´: cada uno de nosotros ha de desempeñar una responsabilidad, una función propia. Nada de insignias en los hombros, ni piochas en el pecho, títulos nobles por herencia de sangre, entreguismo al apellido y los padrinos sin trabajo efectivo. Nada de adherentes nominales. Algunos soñarán, otros pensarán y los demás harán, pero nadie puede quedarse inmóvil. Cada uno de nosotros ha de ser un elemento de trabajo, cada ciudadano, hermano de esta gesta es quien mantiene y contribuye a mantener este movimiento.

Respecto al segundo concepto, la unidad, hemos de ser la nueva generación que no se ponga a sí misma primero, ni al círculo de amigos por delante, debemos retornar a que Chile y un gran sueño de justicia dirija la procesión.

No ser la juventud de los apetitos desmesurados que busca en esto saciar ambiciones o vanidades personales.

Ser la juventud que cree en la razón, y no en los mitos y las leyendas negras o rosas de nuestra historia; que cree en la voluntad de largo plazo y la conciencia común, y no en los llamados ciegos de las consignas y las caricaturas que hacemos equivocadamente de nosotros mismos.

Ser sobre todo, la juventud sencilla que sabe postergarse, que sabe ceder, que sabe ser generosa cuando es necesario, que no da espacio para esos cavadores de trincheras que con su inútil egoísmo solo saben hacer pozos de soberbia.

¡Tengamos cuidado! Estas islas flotantes en medio de la nada abundan y acechan sobre nosotros mismos. Al peligro inherente del ser humano de ser absorbido por su soberbia respondamos con grandes sueños y grandes ideas. Solo ellas, como bien lo dijeron y entendieron los falangistas, son capaces de inspirar los grandes heroísmos y los sacrificios callados, tan ausentes en el presente que nos dice que hacer política es dar mordiscos de provocación e insultos por la prensa, sin ningún argumento.

Por el mismo decaimiento de la actividad política, debemos ser lúcidos en comprender que estos no son tiempos para “gustitos” personales y luchas de nombres, en batallas de grupos que ya redundan en el absurdo.

El país nos ve divididos y dispersos.

Somos pocos, dispersos no somos nada,  muchas aguas discurren por la cordillera, solo los grandes ríos llegan al mar. Tenemos la histórica responsabilidad de convertir los riachuelos y las aguas estancadas en ríos poderosos donde la nación vuelva a ver un destino. No tenemos alternativa, solo en la unidad de nuestras aguas haremos ancho cauce, caudal suficiente para romper las represas del caudillo y el oligarca que manteniendo prisioneros los sueños quieren controlar el río. No saben, ni conocen que no pueden detener la marcha, que el único destino de estas aguas es desembocar al océano de la historia y la justicia.

Respecto del último –pero no por ello menos importante –concepto,  “conquista”, hemos de comprender como generación que no basta con agruparnos en una tradición y en un mensaje en unidad y disciplina. Debemos buscar también apasionadamente un camino por donde transitar hacia nuevos parajes que sean nuestros, abrir el horizonte al futuro con una nueva llama encendida en el pecho, una nueva pasión que contagie a otro, que haga combustión con aquella madera de  la cual todo ser humano está hecho, la madera del amor y la justicia. Solo en nuevos objetivos hallaremos futuro donde sembrar nuestras ideas, porque no hay conquista posible sin sueños que conquistar.

Para cumplir con aquello hemos de retornar a la política  entendida como virtud, esto es, la política como entendimiento, cooperación, como capacidad constructora y creativa. Es con esta política como virtud, con la cual construiremos nuestro destino, la justificación historia y moral de nuestra generación, es en esta tarea que hemos de ser entregados, poner todos los brazos, todos los espíritus y hasta el último ladrillo.

Ladrillos no para levantar muros. Ladrillos de destino común para construir puentes, anchos y grandes puentes para caminar desde el pasado y nuestra larga tradición hacia el futuro que debemos conquistar, anchos y grandes puentes para ir y volver, anchos y grandes puentes por donde vuelva a marchar la Patria Joven; no la Patria Joven de los 60´, sino que esta Patria Joven con smartphones y redes sociales, Patria Joven para el presente, que sepa responder a las necesidades del Chile de hoy.

Disciplina, unidad y conquista.

Solo en aquella hora habremos honrados a nuestros padres fundadores.

Solo en aquella hora estaremos justificando esta presencia en la vida pública.

Solo en aquella hora estaremos respondiendo a Chile y a su necesidad de justicia.

Y entonces podremos responder a los que dudan de nosotros y nuestro futuro…

¿Quiénes son ¿A dónde van? ¿Por qué luchan?

Sepamos responder en un coro de voces que hay y habrá democracia cristiana, que somos la continuidad histórica, los soñadores del 36, los unidos del 57, los libertarios del 64, los valientes del 88, los sabios del 90, marchamos al futuro a conquistar nueva justicia nacional y popular, y a luchar por la extensión del amor, por convertir a cada uno en hermano de la gran familia chilena.

Juventud Chilena… ¡Despertemos! Es tiempo de levantarnos y andar, la Patria espera…