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Por Guillermo Herrera Esparza, director Área de Proyectos CDC 

Sorpasso es un término italiano que significa adelantar o adelantamiento, acción de sobrepasar a otro en un solo evento electoral y que no recoge el diccionario de la Real Academia de la Lengua. En política se ha extendido en alusión al hecho de que un partido que siempre quedaba detrás de otro logra superarlo en votos. 

En España en la década de los 90, Julio Anguita, ex secretario general del Partido Comunista de España (PCE), y coordinador general de Izquierda Unida (IU) importó la palabra a su uso en la península ibérica, inspirado por el partido comunista italiano el que aspiraba a conquistar la mayoría social superando a la democracia cristiana en las elecciones. Era la aspiración de la época por parte de esa izquierda española que representaba Anguita; fue el intento hablar de sobrepasar al PSOE en los noventa (cuestión que finalmente no ocurrió).

Centro político, ¿tierra de nadie? 

Por otra parte, refiriéndonos al concepto de centro político, nos encontramos con dos tipos de opiniones que parecen ir en una misma dirección: para muchos politólogos el centro no existe, o al menos no tiene valor intrínseco. Ya que, según la teoría clásica, las ideas y vectores políticos se dividen entre la derecha y la izquierda (1). 

Lecturas más recientes establecen que la oposición entre el conservadurismo y el progresismo no ofrece más espacio para la existencia del centro. Según estos diferentes enfoques, este posicionamiento, en el mejor de los casos, sólo puede ser el resultado de fuerzas opuestas. En otras palabras, sería el lugar de encuentro y síntesis de estas corrientes y se puede hablar de una tierra de nadie: un lugar donde se pueden hacer concesiones. 

En el peor de los casos, sería la demostración de una ausencia de valores y de coraje político, un pantano de convicciones blandas, el lugar del fracaso de quienes no asumen convicciones “fuertes”.

Podemos estar en desacuerdo con estas dos lecturas, basándonos en varios elementos fácticos. En primer lugar, un enfoque que podría calificarse de empírico: el centro existe porque existen individuos que afirman pertenecer a él. Esto niega claramente la primera afirmación, la de la tierra de nadie: este “territorio” no es sólo un resultado, es el lugar donde “viven” mujeres y hombres que han elegido conscientemente ocupar este espacio.

Finalmente, restaría ver si las personas que se autodenominan centristas tienen su propio programa o valores, un tema al que hay que responder a la segunda crítica. Ciertamente no promueven un mensaje de gran pureza ideológica, que en última instancia apunte a una revolución comunista, liberal o conservadora. Al contrario, su objetivo es encontrar la mejor aleación posible entre estas diferentes tendencias. Estas mujeres y hombres no sienten la necesidad de adoptar una postura ideológica clara para llegar al compromiso que es el resultado de cualquier política pragmática. Ellos llevan dentro de sí la idea misma de esta síntesis y la ven desde el principio como la solución a los problemas y no como una obligación a aceptar.

Los centristas se manifiestan así a través de un “hiperpragmatismo” que a menudo los hace desaparecer de las pantallas de radar de los analistas políticos y de los propios políticos. Hasta el día de las elecciones.

¿Como interpretar desde Chile? 

Esta posición merece ser considerada seriamente porque de hecho propone un nuevo método para abordar las cuestiones políticas. Por su carácter fundamentalmente unificador, mesurado y pragmático, se distancia lo más posible de la demagogia (mejor dicho; populismo) y crea las mejores condiciones para el surgimiento de soluciones concertadas. El empantanamiento de la solución de la “cuestión constitucional chilena” es un claro ejemplo. Venimos de procesos hegemonizados por polos opuestos en instancias de elección popular muy cercanas (Convención Constitucional- Consejo Constitucional) y que, al parecer, por determinación popular ambas fracasarán.

La respuesta al temido péndulo electoral quizás sea interpretar y conducir a este grupo de personas centristas que aspiran a cambios realistas concordados como sociedad donde lo básico es una constitución que interprete a una gran mayoría.  

El surgimiento del centro como fuerza política independiente, capaz de ganar las elecciones en un país tan anclado en la división izquierda-derecha son un verdadero imperativo y quizás un “sorpasso” del centro político pueda detener la inercia pendular a la que la política chilena parece encaminada.


(1) Olivier Meuwly, La droite et la gauche (2016).