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Por Tadeo Villanueva

El economista J. K. Galbraith narra en sus crónicas polacas y yugoslavas la ocasión en que escuchó un ácido, aunque transparente, chiste socialista: capitalismo es la explotación del hombre por el hombre, comunismo es lo opuesto. (1)

La invocación de la anécdota no tiene la intención de conjurar las complejas discusiones curtidas bajo la fragua del siglo pasado. Más bien, ejerce una sutil provocación filosófica que nos pregunta por la condición humana y los actuales desafíos que tenemos como sociedad chilena. 

Uno de los términos más mencionados en el reciente debate público es el de reconciliación. Por un lado, en relación a los 50 años del golpe de Estado. Por el otro, referenciando la misión del Consejo Constitucional. Ambas veredas parecieran no encontrar concilio y el tejido social se nos presenta en conflicto. Sin embargo, en la agenda política se exige a las fuerzas de cambio y a las de orden un acercamiento mutuo en pos del bien común. 

Esta demanda por la armonización de tensiones fundamentales -aunque bien intencionada-, pareciera pasar por alto la naturaleza antitética del movimiento histórico y la dificultad humana para la horizontalidad con el adversario político. 

Las fuerzas progresistas se encuentran entonces frente a una encrucijada no menor. ¿Cómo salvaguardar la posibilidad de una nueva constitución? El resultado del actual proceso constituyente, empero, es lamentable. No se respetan los márgenes consensuados por la comisión experta, se constitucionaliza la justicia militar, se profundiza al Estado subsidiario, se restringe la libertad de acción, entre otras desalentadoras normativas. Lo complejo es que un rechazo de esta propuesta -si bien necesario-, conllevaría tensionar la permanencia de un proceso constituyente democrático y deliberativo. 

No sólo en el plano de la discusión institucional hay un quiebre manifiesto, sino que en la sociedad civil también se reflejan atisbos de una correlación de fuerzas en conflicto. Reflejo de esta situación es el comportamiento de la ciudadanía los últimos cinco años. Drásticos vaivenes electorales: desde la votación de un consejo constituyente que excluía casi en su totalidad a las fuerzas institucionales tradicionales, hasta un nuevo consejo, con una mayoría Republicana. 

La invitación no es entonces a un abandono de la búsqueda de consensos, ni menos un castigo a los acuerdos conciliatorios, especialmente cuando de discusiones constitucionales se refiere. El llamado de atención es a no perder de vista que nos encontramos en un momento de recomposición del panorama sociopolítico, acompañado de incertidumbre discursiva y de un quiebre profundo entre la institucionalidad y la ciudadanía. Esos componentes involucran conflicto, disputa hegemónica que al día de hoy está siendo capitalizada políticamente por Republicanos. 

La labor de las fuerzas progresistas siempre será un acercamiento de los agentes en nuestra sociedad en pos del bien común -la misión democrática implica permanente re-conciliación. Sin embargo, también es cometido de las fuerzas de cambio generar un discurso que lidere los actuales procesos de conflicto, y que entienda que en la vereda del frente hay un adversario sin ánimo de consenso, disputando el orden hegemónico e intentando enterrar la posibilidad de una nueva carta magna. 

(1) Galbraith, John Kenneth, “Journey to Poland and Yugoslavia” Circa 1958 May. Henry A. Kissinger Papers, Part II (MS 1981). Manuscripts and Archives, Yale University Library. https://hdl.handle.net/10079/digcoll/560622 (p.28).