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Angélica Bonilla
ASESOR LEGISLATIVO CDC
Educación

 

 

¿Qué podemos aprender de un proyecto de ley que tiene a los profesores en paro hace un mes, con sus sueldos descontados, y con el Ministro de Educación removido? Si algo es claro, es que tanto el contenido del proyecto como el manejo político presentaron serias fallas. El origen de ambas, sin embargo, es el mismo: la falta de claridad respecto a qué significa “revalorizar la profesión docente”, frase repetida hasta el cansancio pero que sin duda entienden de manera distinta el Gobierno y el Colegio de Profesores.

Para el gobierno, la revalorización pasa principalmente por dos ámbitos: 1) el aumento salarial y 2) la evaluación intensiva de los docentes. Si bien la primera es una decisión de justicia, y tremendamente necesaria, existe un error en creer que el atractivo de una carrera se basa solamente en su sueldo. También pasa por el nivel de independencia y reputación profesional, que permita a una persona realizarse personal y profesionalmente en las tareas que desempeña. Así, la competencia de un abogado o un médico difícilmente es cuestionada una vez egresados, y cuando la opinión pública tiene una duda respecto a sus áreas de trabajo, se dirigen a ellos directamente para preguntarles su opinión profesional. Nada parecido ocurre con los profesores, ya que en el debate de educación actual todos parecen tener cartel de expertos menos ellos. Abundan las opiniones de ingenieros y economistas, sociólogos y abogados, todos con alguna mención en políticas públicas que les da pase libre en la discusión. La idea de evaluar permanentemente a los docentes a lo largo de toda su carrera refleja precisamente esta desconfianza hacia el gremio.

Para quien haya leído con atención las críticas de los profesores (y no solo los titulares), el problema no es la evaluación per se. El problema es que, hoy por hoy, la evaluación docente no tiene un rol formativo, ni entrega información relevante a los profesores sobre cómo mejorar. Por el contrario, lo que el proyecto pretende es que de ella dependa el sueldo o el despido del profesor. No es que la evaluación sea inútil, pero pretender que una medición puntual pueda representar el desempeño del docente durante todo el año con un nivel de confianza suficiente para decidir su futuro profesional es no entender los límites de una medición estandarizada.

Volviendo a la discusión inicial, ¿qué entienden los profesores por “revalorización de la carrera docente”? En primer lugar, entregar condiciones de trabajo dignas y acorde a las tareas que deben realizar. En este sentido, la rebaja de Docentelas horas lectivas y las disminución de alumnos por sala son asuntos cruciales, y que en el proyecto tienen alcances acotados por motivos presupuestarios (curiosamente, nadie ha dimensionado cuánto costará implementar un sistema de evaluación de la magnitud e intensidad sugerida). El agobio laboral de los profesores es un problema serio, que los tiene con tasas de depresión y estrés 3 veces más altas que el promedio nacional[1]. Hay que ser muy miope para creer que esto no repercute en su desempeño y el aprendizaje de los niños. Por lo tanto, el aumento de sueldo es necesario, sí, pero no suficiente.

¿Qué podemos aprender, entonces, de este intento de reforma que hasta ahora lleva muchos damnificados y pocas soluciones? La más importante parece ser considerar de manera seria las intervenciones de los profesores en esta materia. No tiene sentido citar a los docentes a reuniones, mientras en la oficina de al lado ya están redactando el proyecto. Por otro lado, recordar que la mejora en las condiciones laborales de los profesores repercute directamente  en el ambiente escolar, y por ende deben ser el foco principal del proyecto. Solo una salvedad al respecto: los profesores no pueden resolver las inequidades sociales de un país.  Por lo tanto, parte de la revalorización docente también es reconocer que no todo depende de ellos, y que ésta es solo una entre muchas reformas que aún falta por realizar.

[1]Diario La Tercera: “Profesores: tasa de depresión y ansiedad triplica el promedio nacional”, http://www.latercera.com/contenido/679_82386_9.shtml. Para una mayor profundización del tema, recomiendo leer el trabajo de Cornejo (2008), “Salud laboral docente y condiciones de trabajo”, Revista Docencia, 35, p. 35-54. Disponible en: http://www.revistadocencia.cl/pdf/20100730180726.pdf